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viernes, 24 de abril de 2009

El que no llora no mama

Desde el mismo momento de nuestra concepción, en el estado intrauterino, prenatal, el cuerpo de la madre se encarga de aportar al embrión todos los elementos necesarios para su desarrollo. El feto está alimentado, oxigenado, protegido, regulado en su temperatura, de forma inmediata y directa.Pero, de igual forma que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso (“para que labrasen la tierra de donde fueron tomados” y puesta a sus puertas unos “querubines y una espada encendida que se revolvía para todos lados”, que les impedía regresar a ese paraíso perdido), el feto es dado a “la luz” del día, momento a partir del cual el niñ@ empieza a experimentar toda una serie de sensaciones desgarradoras como son el hambre, el frío, el tacto, la sobre-estimulación que el medio le proporciona, etc.
Antes del parto, la placenta ofrecía los elementos necesarios para su subsistencia, pero ahora debe comenzar un periodo de adaptación al medio. Inmediatamente después del parto, madre e hijo inician el proceso de formación del vínculo, es decir, la creación del apego, por lo que desde el mismo momento del nacimiento, el niño utiliza repertorios de respuesta organizadas en torno a un objetivo fundamental: conseguir la atención de la madre para que pueda experimentar la plena satisfacción de sus necesidades básicas.

Y, sin duda, el mecanismo que la naturaleza a puesto en manos del niñ@ como medio de informar a la madre acerca de la necesidad de cuidado que éste tiene en un determinado momento, es el llanto. Esta conducta produce una sensación de malestar en el progenitor, en la madre fundamentalmente, que la lleva a desarrollar conductas de atención en el lactante. Es decir, venimos a este mundo equipados con una herramienta muy poderosa para movilizar la conducta de la madre: el llanto. Recordáis el refrán popular: “El que no llora… no mama”.

Por tanto, el llanto lo vamos a entender como la proyección de la frustración que experimenta el niño al no estar satisfecha algún tipo de necesidad, sabiendo que es la única conducta de la cual es responsable el niñ@, en el sentido etimológico del término, es decir, de habilidad de respuesta.



Pero sigamos avanzando. Conforme nos vamos desarrollando, entran en juego, y nunca mejor dicho, otra serie de conductas que están al alcance del nivel de maduración del niño y que le permiten ir poco a poco teniendo una mayor capacidad de autosoporte, siendo así cada vez menos dependiente de la madre para la satisfacción de sus necesidades. En palabras del fundador de la terapia Gestalt, Fritz Perls: “el crecimiento consiste en que cada uno a prenda a limpiarse su propio culo".

Pero si bien éste es el objetivo, lo cierto es que esta primera tendencia en la vida de "llorar" para "mamar", queda grabada en lo más profundo de nuestro psiquismo, instaurándose inconscientemente como una ley o principio al cual nos seguiremos aferrando el resto de nuestros días, es decir, una creencia según la cual, cuando nuestras necesidades no están satisfechas y experimentamos la desagradable frustración, reaccionamos bajo la premisa básica del niño, a saber:

1.- Alguien ha hecho algo que ha producido mi frustración.

2.- Alguien ha dejado de hacer algo que yo esperaba y por eso experimento esta frustración.

3.- Alguien tiene que hacer algo para que yo deje de sentir esta frustración.

De esta forma, adoptamos una forma de funcionamiento regresiva que la podemos manifestar de dos formas básicas:

Bien proyectando nuestra frustración sobre el mundo exterior y haciéndolo así responsable de nuestro malestar a través de esa actitud de inculpación tan conocida para todos que se resume en ese: "por tu culpa" .
o bien tratando, también a través de una estrategia de sobra conocida por todos nosotros, el victimismo, de manipular el ambiente para que se ajuste a nuestra necesidad; es el "pobrecito de mí".

En ninguno de los dos casos asumimos la responsabilidad de nuestra experiencia, pasando a sentirnos como víctimas de las circunstancias o como acusadores implacables contra las mismas. Pero como decía Robert de Lamennais, “las circunstancias no crean a los hombres, sólo los muestran”. Es, en definitiva, la repetición del llanto infantil, una declaración de impotencia y dependencia máximas.



Termino esta reflexión recordando ese pensamiento tan estimulante de Jean Paul Sartre, cuando decía que:

“lo importante no es lo que la vida hace contigo,

sino lo que tú haces con lo que la vida hace contigo”.

Os dejo con un vídeo hermoso que muestra esa actitud madura de la que habla Sartre, de la actitud de alguien que, en lugar de lanzar la acusación de que el mundo es insensible a sus requerimientos o de manifestarse indefenso ante él para conmoverlo, desarrolla los recursos necesarios para satisfacer su necesidad con “el sudor de su frente”, no “del de enfrente”.
posted by comunicacionesvirtualestavogomez at 21:13

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